La derecha española tiene, desde la llegada de la Democracia, un problema. Un problema que en algunos períodos ha estado latente y en otros ha creado profundas brechas, y al que desde la propia derecha se le han aplicado parches que, con mejor o peor fortuna, siempre han sido temporales. A día de hoy esta enfermedad la está fracturando por dentro con una virulencia inusitada.
Me refiero a un problema de identidad: en el tiempo que llevamos de legislaturas constituidas, las derecha en su conjunto no parece haber estado nunca segura de su papel. Inquieta, desasosegada, menos unida de lo que ha aparentado. No acaba de encontrar su lugar, su nicho en nuestro particular ecosistema político.
Esto es así porque desde la transición han pugnado en la derecha democrática española (más o menos abiertamente) varias corrientes, varias tendencias con conceptos distintos del papel de un partido conservador, sin que ninguna llegase a afirmar una hegemonía duradera. Huelga decir que con "derecha" me refiero al PP (ex AP), que es el único partido de ámbito nacional relevante en esta región del mapa ideológico. Así, cabe distinguir en él tres escuelas: la de Fraga, la de Aznar y, más recientemente, la de Aguirre.
Fraga, fundador de AP, representa la derecha española más razonable, con una propuesta conservadora moderada claramente democristiana y bastante pragmática, a la que no le cuesta dialogar. Sus representantes actuales son algunos de los mejores activos del PP: Núñez Feijóo, Gallardón, Piqué o Rato (estos dos últimos en la reserva). Esta derecha se encuentra cómoda en el entramado constitucional y suele hacer gala de un elegante fair play.
Aznar, por el contrario, es el adalid de ayer y mito de hoy de un sector algo menos numeroso pero potente, representado por los hombres fuertes de la oposición Acebes y Zaplana, a cuyo socaire se ha situado el tibio Rajoy. Se trata de una derecha mucho más conservadora, con posiciones ideológicas más extremadas y agresivas, y que sólo se encuentra en su salsa cuando puede gobernar sin preguntar a nadie. Este ala del PP, inicialmente modesta, se creció enormemente con los éxitos de Aznar, que la aupó a la dirección del partido. Aunque no es en modo alguno extrema derecha, tiene el mérito de haber logrado absorber y civilizar la mayoría de ésta, desactivándola.
La condesa consorte Aguirre, por su parte, lidera una corriente minoritaria pero en ascenso, que podríamos calificar como el ala neocon del PP. Se trata de una derecha que combina una ideología conservadora tradicional, de marchamo católico, con un programa profundamente neoliberal. Aunque pone efectivamente en práctica sus ideas, su discurso no acusa ninguna influencia teocon: por más que dé subvenciones públicas a asociaciones católicas antiabortistas, nunca menciona a Dios en sus discursos. Su proyecto estrella es la privatización de la sanidad.
En el momento de escribir esto los herederos de Aznar se aferran al trono, mientras que Aguirre afila queda sus sables de cara a la guerra de sucesión, cuyas primeras notas ya han sonado, y el aspirante fraguista, Gallardón, se rehace de su (aparente) derrota en la primera escaramuza. En general su ala está desunida, con Piqué y Rato (de momento) fuera de juego, pero aún puede sonar el cuerno de batalla.
Quien logre hacerse con el mando puede lograr unir a la derecha española y darle un papel en la escena política para que, por fin, sepa la derecha democrática española quién es y cuál es su misión. O, por el contrario, puede prolongar una división interna que ha debilitado y desprestigiado a su partido y que ha costado cara a la política nacional. El Partido Popular se juega mucho en esta partida, pero no es el único. Lo que pase aquí no importa sólo al PP. Nos importa a todos. España entera se juega mucho en esta partida.
jueves, 7 de febrero de 2008
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3 comentarios:
Borja!!! que ya estmaos todos por estos lares, frikis y computerizados, vivo ejemplo de la vida moderna del siglo XXI.
Exaltemos nuestras mentes.
Sigue con el blog, te lo dice elcaballerodelatristefigura
http://www.laalmorranadulzona.blogspot.com/
Teorizar es poponer modelos, esquematizar y luego desarrollar. Es, al fin y al cabo, ordenar el mundo.
Yo no habría dado con esta clasificación. Pero me parece razonable y bien expuesta.
Genio y figura.Glande.
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