miércoles, 26 de marzo de 2008

Yo soy porque nosotros somos: ubuntu

Todos sabemos que Ubuntu es una distribución de Linux. Sin embargo, la palabra ubuntu, en un sentido etimológico, significa también algo más. Algo sin duda más humano, más profundo y más bello.

Ubuntu, en las lenguas de los Zulúes y de los Xhosa, hace referencia a una idea que hunde sus raíces en la filosofía tradicional de los pueblos bantúes de Sudáfrica, y que consiste en la creencia en un nexo fundamental entre los seres humanos, en que la existencia del individuo ni es ni puede ser independiente de la de su prójimo. Se suele traducir al español con circunloquios como "humanidad hacia otros", "una persona es persona en razón de las otras personas" o "yo soy porque nosotros somos".

Desmond Tutu, arzobispo de la Iglesia Anglicana de África Meridional que dedica su vida a trabajar por la justicia social y la reconciliación en la Sudáfrica de después del apartheid, lo define así: "una persona con ubuntu es abierta y está disponible para los demás, respalda a los demás, no se siente amenazado cuando otros son capaces y son buenos en algo, porque está seguro de sí mismo ya que sabe que pertenece a una gran totalidad, que se decrece cuando otras personas son humilladas o menospreciadas, cuando otros son torturados u oprimidos."

La Sociología y la Psicología nos enseñan que el ser humano es un ser social: no nos convertimos en humanos si no es en el seno de una sociedad, si no es a través de la socialización. Según Freud, la estructura del psiquismo sólo se forma por y para la socialización. Por eso los niños perdidos, que no han tenido contacto con otras personas desde pequeños, presentan muy pocos o ningún rasgo humano en su conducta.

Algunas de las aportaciones conceptuales a la Teoría Económica más audaces adel pasado siglo, como el Dilema del prisionero o la Paradoja de Hotelling, apuntan a la importancia capital de la concertación de intereses en el funcionamiento de las relaciones económicas y, de hecho, de todas las relaciones humanas: ambas muestran que, si varios agentes actúan siguiendo únicamente su propio interés e ignorando el interés común, el resultado es el peor de los escenarios posibles. De este modo, cuando nos comportamos como si nuestro beneficio pasase por el perjuicio de los demás, estamos en realidad perjudicándonos a nosotros también.

Muchos autores de Filosofía del Derecho confirman algo que tiene su demostración más evidente en la Teoría General de los Derechos Fundamentales: que la libertad sólo puede existir como tal dentro de unos límites, más allá de los cuales está la jungla. Si no hubiese normas y todos fuésemos absolutamente libres, ninguno lo sería en realidad, porque viviríamos en un caos donde estaríamos expuestos a que cualquiera nos matase. Así no podría haber sociedad, ni podría haber ser humano. Para evitar esto, para que pueda haber sociedad y ser humano, es preciso que cada cual limite su libertad para respetar la de los demás, renunciando a ser libre para hacer algunas cosas como, por ejemplo, matar. Éste es el razonamiento que sigue Rousseau en El contrato social. Así, yo no puedo ser libre si no dejo que los demás lo sean. Yo no soy libre si los demás no lo son.

Recientes documentos aparecidos en el ámbito de las Relaciones Internacionales, como Una Europa más segura en un mundo mejor, redactado por Javier Solana, o Un concepto más amplio de libertad: seguridad, desarrollo y Derechos Humanos para todos, presentado por Kofi Annan, ponen de relieve un hecho que ha venido siendo declarado diariamente por los mejores analistas estratégicos desde el final de la Guerra Fría: que en un mundo globalizado como el nuestro, las amenazas y los retos son globales, lo que requiere respuestas globales (como el Derecho Internacional). Respuestas que ningún país puede ofrecer por sí solo: todos somos víctimas del terrorismo, el cambio climático o las desigualdades, y o nos unimos para combatirlos o no venceremos.

Podríamos seguir poniendo ejemplos eternamente, pues el estudio del ser humano nos brinda constantemente demostraciones como éstas de la genialidad de la mirada de aquellos pueblos del Sur de África, que supieron ver que la propia naturaleza del hombre nos une a todos en un vínculo tan real y tan tangible como la tierra sobre la que caminamos. Porque, como decía Ortega y Gasset, "yo soy yo yo y mis circunstancias, y si no salvo a mis circunstancias no me salvo yo". Navegamos en el mismo barco. Yo soy porque nosotros somos. Ubuntu.

En Wikipedia se puede encontrar más información sobre el concepto de Ubuntu y sobre el Dilema del prisionero. Hay colgada en la web del Consejo de Europa una copia del llamado "Documento Solana", y en la de la ONU se puede ver un resumen del documento "Un concepto más amplio de libertad...".

sábado, 15 de marzo de 2008

Una buena noticia para nuestra proyección exterior



Es de sobra conocida la botadura en los astilleros de Navantia Ferrol, el pasado día 10, del Buque de Proyección Estratégica Juan Carlos I (L 61), que previsiblemente entrará en servicio en 2009, tras su terminación a flote. Pero, ¿qué significa esta noticia?

Prima facie, un triunfo industrial y tecnológico: con sus 230 metros de eslora, 32 de manga y 27000 Tn de desplazamiento a plena carga, es el mayor navío de guerra jamás salido de astillero español; y el mayor que nunca haya enarbolado el pabellón de la Armada. De esta forma, sustituye al algo menor Príncipe de Asturias (R 11; en la fotografía) como insignia y símbolo de la fuerza naval española. La fórmula ingenieril ha resultado tan popular que Australia ya ha encargado dos buques basados en el mismo diseño a los astilleros de Navantia, igual que ya sucediera con Tailandia, que tiene un gemelo del R 11 construido en Bazán Ferrol y que lleva el nombre de Chakri Naruebet.

Sin embargo, probablemente lo más importante es, como indica su nombre, la proyección estratégica que este barco dará a la Armada. Amén de afianzar la presencia española en el selecto club de países con portaaviones (10 en todo el mundo), su gran polivalencia como buque de asalto anfibio (cuenta con dique inundable), transporte (con capacidad para más de 1000 personas), hospital y plataforma para aviación embarcada VSTOL (AV 8B como los del R11, helicópteros, JSF y V 22) le da una versatilidad muy necesaria en las operaciones navales de hoy día, que son principalmente de desembarco, asalto anfibio y apoyo a tierra. Y sobre todo, su gran autonomía le permite operar muy lejos de casa: puede recorrer 9000 NM sin repostar, o lo que es lo mismo, 16600 km, es decir, a México ida y vuelta. En resumen, un buque capaz de actuar como puño de la flota en todo tipo de operaciones y en teatros muy lejanos.

La Historia nos enseña que quien aspire a ser una potencia mundial ha de ser una potencia naval. El nicho en que mejor encaja España en el mundo actual es el de una potencia media pero con alcance global, lo que requiere (además de medios no militares) unas FFAA potentes, modernas y con crecientes compromisos internacionales. La entrega del L 61 Juan Carlos I es un paso importante en esa dirección: reforzar capacidades estratégicas para contar con mayor presencia e influencia a nivel planetario. Es decir, un importante paso en la dirección de convertir a España en una potencia: una buena noticia para todos.

En Wikipedia pueden encontrarse buenos artículos tanto sobre el R 11 Príncipe de Asturias como sobre el L 61 Juan Carlos I. También se puede encontrar una interesante lista de portaaviones del mundo por países. En Revista Naval.com se puede ver un álbum de fotos sobre la botadura del L 61 Juan Carlos I.

El Diario Sociópata

Hoy, para compensar el relativamente largo ayuno de escritura, dos posts. Primero éste, en que paso informe sobre una pequeña joya de la galaxia blogger:

El título es, creo, la traducción más precisa del nombre de un excelente blog que se puede visitar en http://sociopathdaily.blogspot.com/. Creado por tres estadounidenses (aparentemente universitarios. De hecho, al menos uno estudia Derecho) llenos de un ingenio incisivo, humor incorrecto y una considerable dosis de mala leche, abarca todo tipo de temas. Se destaca por su compromiso ideológico y social, y por la calidad de su escritura (al mejor estilo anglosajón) en variados registros.

En este momento sus autores parecen estar enfrascados en una larga serie de mensajes sobre "algo" llamado Anonymous, pero que el visitante primerizo no se llame a engaño: la variedad, la cantidad y la calidad son muy altas. Los tres doctores House de los blogs. Definitivamente recomendado.

martes, 4 de marzo de 2008

Esta vez, una cita maestra

La de hoy no es sólo una buena cita; es una verdaderamente cierta. Y lo es porque quien la dijo lo hizo con pleno conocimiento de causa: se trata de una persona a la que los atentados del 11-M pillaron en la cafetería de la estación de Atocha. Ayudó a los heridos con manteles y toallas. Aún hoy tiene secuelas. Su relato, esta misma mañana, nos estremeció a todos.

"No es que el tiempo pase demasiado deprisa. Es que nosotros pasamos demasiado deprisa por el tiempo"

Esta persona dio un golpe de timón en su vida después de presenciar el horror. Según refiere, la experiencia le hizo darse cuenta de muchas cosas, valorar lo que antes no valoraba y relativizar problemas que ahora veía que tan sólo eran molestias. Apreciar de verdad cada instante. En suma, le hizo vivir más plenamente.

Ojalá valga esto para que aprendamos de la experiencia ajena.

sábado, 1 de marzo de 2008

Eco de una idea sobre los derechos

Lo que sigue no es una reflexión hecha, sino leída por el que escribe. Sin embargo, lo certero de sus afirmaciones ha hecho que desee hacerme eco aquí de una idea sobre los derechos fundamentales, y sobre la relación entre el Estado y el Mercado, que creo sumamente esclarecedora.

Se trata de un artículo titulado El precio de los derechos, publicado en El País del pasado 29 de febrero por Francisco J. Laporta, catedrático de Filosofía del Derecho en la UAM. En él, viene a decir algo que podríamos resumir como sigue: para que los derechos sean efectivos hacen falta medios materiales que sostengan su puesta en práctica y tutela (enforcement) por parte del Estado. Y el Estado se dota de medios materiales mediante los impuestos. De este modo, los impuestos son necesarios para la existencia de los derechos. Sin los impuestos, el Estado, cuya función es tutelar los derechos, no tiene medios para hacerlo y éstos se quedan en una mera declaración de intenciones sin valor real.

Pero Laporta va más allá: sin derechos no podría haber Mercado. Porque para que éste exista es necesaria una seguridad en las transacciones, y lo que aporta esa seguridad es precisamente la eficacia de los derechos, del Ordenamiento Jurídico. Si no hay garantías de que se respetará la propiedad o de que los contratos se cumplirán, nadie emprendería operaciones económicas. Y esas garantías sólo las presta el Derecho, que no puede ser hecho cumplir por el Estado si éste no dispone de medios materiales suficientes. Y como estos medios provienen de los impuestos, sin impuestos no podría haber mercado.

* * *

Creo que en el artículo citado está implícita (entre otras) una importante lección dobre la tan traída y llevada dicotomía Estado-Mercado: que es rotundamente falsa. Pues, al fin y al cabo, si aceptamos las ideas más arriba expuestas, la conclusión inevitable es que Estado y Mercado se necesitan mutuamente:

el Mercado necesita de la seguridad proporcionada por el Estado en forma de Derecho para poder existir. Y el Estado necesita del Mercado para proveerse, via impuestos, de medios materiales que le permitan existir y hacer efectiva dicha seguridad (que es su misión). De este modo, ambos se entrelazan en un razonamiento circular. La existencia de uno no es lógicamente posible sin la existencia del otro.

El primer corolario de esto lo expone Laporta con amplitud, y esto resulta especialmente conveniente en días de desenfrenadas promesas electorales: se trata de la constatación de que las promesas de rebajas fiscales, si se materializan, implicarán un descenso de esa "seguridad en forma de Derecho" de que se habla más arriba, puesto que habrá menos medios para hacerlo cumplir.

Ahora confrontemos esto con la idea neoliberal de que el Estado debe quedar reducido al mínimo y no interferir en el Mercado: de llevarse esto a la práctica, el Mercado acabaría convirtiéndose en una jungla de lucha sin reglas, lo que no sólo implicaría un gran coste de sufrimiento humano, sino que, a la larga, lo llevaría irremisiblemente a su propia desaparición.

Así que, como dice el autor, los derechos tienen un precio inevitable que son los impuestos, y si pretendemos ahorrárnoslo acabaremos como "el pobre Jacob [que] vendió su primogenitura por un plato de lentejas".

Puede leerse el artículo de Francisco J. Laporta en El País.com de 29 de febrero de 2008 [link].