Galicia
Empezando en Galicia, nos encontramos con que el PP renueva su casi sempiterna mayoría absoluta en el parlamento, lo que le garantiza el gobierno. Es interesante señalar el impacto que ha tenido en esto la ley electoral autonómica, aprobada en los 80 por la mayoría del PP, que al establecer un umbral del 5% de los votos para que una candidatura obtenga representación parlamentaria genera un sistema tripartidista -PP, PSOE y BNG- que favorece claramente al PP por cuanto reduce las posibilidades reales a dos: gobierno del PP o gobierno de coalición PSOE-BNG.Sin embargo, lo más interesante no es eso, sino el perfil del candidato ganador, Núñez Feijóo: hombre moderado, apuesta personal de Rajoy, dialogante y que hasta ahora se ha comportado con caballerosidad. Su victoria le manda un mensaje muy claro a la derecha española, y es un mensaje que beneficia a todos: un mensaje sobre cuál de las tres derechas que existen en nuestro país prefieren los ciudadanos. La victoria de Feijóo, que también es de Rajoy y en general de su ala del partido, le dice a la derecha que los ciudadanos quieren moderación. Que hay un espacio político para un partido conservador, pero para un partido conservador democristiano, moderado, pragmático, dialogante; no para un partido autoritario e intransigente. En suma, que la moderación gana elecciones y el extremo las pierde.
Si, tal como todo parece prever, al PP le va bien en las europeas y, sobre todo, si el PP vuelve finalmente a la Moncloa de la mano de Rajoy (que es el escenario más probable tras las próximas generales), el mensaje estará quedará aún más claro por reiterado: la derecha que quiere el electorado español es una moderada.
Esto sería muy beneficioso para todos, porque seguramente significaría el fin -o al menos el principio del fin- de la división de la derecha, o más exactamente, de la tendencia de una parte de la misma hacia posiciones ideológicas extremadas que fuerzan los mecanismos sociales e isntitucionales de la convivencia democrática. Es decir, significaría la -esperemos definitiva- democratización de la derecha española, la asunción por toda ella, y no sólo por una parte, de una verdadera cultura democrática. Y eso sería una excelente noticia: es algo que España necesita desde la Transición.
País Vasco
Viajemos ahora al País Vasco. Al tiempo de escribir esto, la lehendakaritza de Patxi López no está aún decidida -el PNV juega su último órdago- pero parece, con mucho, lo más probable. En todo caso, y eso sí que está ya verificado, en el parlamento de Vitoria hay mayoría constitucionalista por primera vez desde el Estatuto de Gernika: unas elecciones históricas.
Por otra parte, se trata del primer parlamento vasco en el que todos los partidos condenan la violencia etarra, ya que en esta ocasión todas las candidaturas de la izquierda abertzale que no condenaron la violencia -que no todas las candidaturas de la izquierda abertzale- han sido ilegalizadas antes de la celebración de las elecciones. Es importante señalarlo por dos motivos:
En primer lugar, porque no es casual que coincida lo primero y lo segundo. Como señalan los expertos de La moqueta verde -blog de siempre recomendable lectura- en un reciente post, si el 8% de votos nulos (opción recomendada por la órbita de Batasuna) hubiese sido representado por un partido nacionalista en el parlamento, la mayoría constitucionalista sería imposible. En otras palabras, si las candidaturas de la izquierda abertzale que no condenaron la violencia hubiesen sido legales, los nacionalistas tendrían mayoría.
Es cierto que esto no es la única causa de la actual correlación de fuerzas. Es cierto que la distancia entre partidos nacionalistas y no nacionalistas tiende desde hace tiempo a reducirse (especialmente desde los 90); es cierto que el PSE ha subido espectacularme y que UPD ha obtenido un escaño; es cierto que en las pasadas generales el PSE fue el partido más votado en las tres provincias vascas, destronando por primera vez al PNV. Es innegable que se está produciendo un cambio en la escena política vasca...pero conviene no olvidar lo anterior.
En segundo lugar, y esto es lo más importante -y lo más esperanzador-, se ha producido un importante ascenso de Aralar, tanto en votos como en escaños. Hay que llamar la atención sobre esto porque Aralar es un partido de izquierda abertzale pero que condena la violencia. Y esto es importantísimo.
La izquierda abertzale existe, y no va a dejar de existir. Hasta ahora, la mayor parte de ella ha visto la violencia como un método aceptable de defender sus ideas (lo que ha quedado claro por su voto), constituyendo la base social de ETA. Si este sector empieza a expresarse políticamente por vías pacíficas y democráticas, abandonando la violencia, ETA se quedará sin apoyo en la sociedad vasca. Y eso y sólo eso es lo que puede traer su final definitivo: todos los grupos terroristas necesitan de un cierto grado de apoyo social, que les nutre de medios, de personal, y de legitimidad, actuando a su vez como su brazo desarmado. Si lo pierden, mueren.
Y ahí entra un partido como Aralar: es necesario un partido que proporcione a la izquierda abertzale un medio de expresión no violento. Es necesario un partido pacífico y de izquierda abertzale. Sólo si ésta ve que de este modo le va mejor abandonará la violencia, y habrá paz en el País Vasco. Tal partido es una condición indispensable para ello.
El ascenso de Aralar aún es un hecho aislado, pero si se convierte en tendencia podría ser una maravillosa noticia para el País Vasco y para toda España. Esperemos que así sea.
Por otra parte, se trata del primer parlamento vasco en el que todos los partidos condenan la violencia etarra, ya que en esta ocasión todas las candidaturas de la izquierda abertzale que no condenaron la violencia -que no todas las candidaturas de la izquierda abertzale- han sido ilegalizadas antes de la celebración de las elecciones. Es importante señalarlo por dos motivos:
En primer lugar, porque no es casual que coincida lo primero y lo segundo. Como señalan los expertos de La moqueta verde -blog de siempre recomendable lectura- en un reciente post, si el 8% de votos nulos (opción recomendada por la órbita de Batasuna) hubiese sido representado por un partido nacionalista en el parlamento, la mayoría constitucionalista sería imposible. En otras palabras, si las candidaturas de la izquierda abertzale que no condenaron la violencia hubiesen sido legales, los nacionalistas tendrían mayoría.
Es cierto que esto no es la única causa de la actual correlación de fuerzas. Es cierto que la distancia entre partidos nacionalistas y no nacionalistas tiende desde hace tiempo a reducirse (especialmente desde los 90); es cierto que el PSE ha subido espectacularme y que UPD ha obtenido un escaño; es cierto que en las pasadas generales el PSE fue el partido más votado en las tres provincias vascas, destronando por primera vez al PNV. Es innegable que se está produciendo un cambio en la escena política vasca...pero conviene no olvidar lo anterior.
En segundo lugar, y esto es lo más importante -y lo más esperanzador-, se ha producido un importante ascenso de Aralar, tanto en votos como en escaños. Hay que llamar la atención sobre esto porque Aralar es un partido de izquierda abertzale pero que condena la violencia. Y esto es importantísimo.
La izquierda abertzale existe, y no va a dejar de existir. Hasta ahora, la mayor parte de ella ha visto la violencia como un método aceptable de defender sus ideas (lo que ha quedado claro por su voto), constituyendo la base social de ETA. Si este sector empieza a expresarse políticamente por vías pacíficas y democráticas, abandonando la violencia, ETA se quedará sin apoyo en la sociedad vasca. Y eso y sólo eso es lo que puede traer su final definitivo: todos los grupos terroristas necesitan de un cierto grado de apoyo social, que les nutre de medios, de personal, y de legitimidad, actuando a su vez como su brazo desarmado. Si lo pierden, mueren.
Y ahí entra un partido como Aralar: es necesario un partido que proporcione a la izquierda abertzale un medio de expresión no violento. Es necesario un partido pacífico y de izquierda abertzale. Sólo si ésta ve que de este modo le va mejor abandonará la violencia, y habrá paz en el País Vasco. Tal partido es una condición indispensable para ello.
El ascenso de Aralar aún es un hecho aislado, pero si se convierte en tendencia podría ser una maravillosa noticia para el País Vasco y para toda España. Esperemos que así sea.
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