Existen hoy día varios fenómenos políticos comunes a la generalidad del Occidente, como es lógico dada la intensa sinergia que existe entre partidos del mismo signo a través de las fronteras. Dadas las importantes similitudes políticas, sociales y culturales que existen entre los países que conforman esta parte del mundo, no es sorprendente que la vida política de la mayoría de ellos responda en gran parte a las mismas claves.
Uno de estos fenómenos es el empeño de la derecha por monopolizar valores comunes. Es algo que resulta especialmente obvio en España, aunque en EEUU se manifiesta también con particular virulencia.
La jugada es sencilla pero inteligente: hay una serie de valores que son grosso modo compartidos por toda la sociedad. Si conseguimos que dichos valores aparezcan como nuestros en vez de como de todos, estamos a la vez atrayéndonos votos y deslegitimando al adversario.
Es lo que George Lakoff denomina Guerra Civil Cultural, una ambiciosa empresa en la que el conservadurismo de muchos países se halla embarcado. Se trata de copar el discurso público (conseguir que todo el mundo maneje los marcos de referencia conceptuales de los conservadores) para hacer aparecer los valores conservadores, la opción conservadora, como la única legítima. Sin esto, según Lakoff, los conservadores no pueden ganar porque sus políticas, al favorecer al gran capital, perjudican a la mayoría de votantes. (Vid. No pienses en un elefante, George Lakoff, Editorial Complutense, Madrid 2007)
Concretamente, en España, la derecha viene intentando al menos desde Aznar relacionar la españolidad con el conservadurismo. No es su única batalla cultural pero sí la más importante. ¿Quién no recuerda a Rajoy diciendo que su partido es el único que se siente orgulloso de ser español? Lo que se pretende con este discurso es transformar el valor del orgullo nacional, que es compartido grosso modo por todos, en un valor de derechas. Con ello se pretende atraer a quien se siente español hacia la derecha, ganado votos; y desprestigiar al adversario (en este caso el PSOE) presentándolo como poco menos que un traidor a la patria.
Hay que añadir que en nuestro país esto se ve reforzado por el poso de 40 años de retórica franquista: hay mucha gente que creció estudiando en la escuela que los rojos, es decir, la izquierda, eran unos traidores a España y que pretendían destruirla. Obviamente, lo que estaba en juego era la misma guerra cultural que hoy: legitimar la rebelión y posterior dictadura, presentándolas como la única opción patriótica; y deslegitimar al adversario izquierdista. Con el agravante de que aquél era el único discurso.
La izquierda española, además, no ha sabido reaccionar eficazmente contra esto. Quizá porque aún asocia, también, el patriotismo con la derecha. Porque acepta inconscientemente el marco de "amar a España es ser de derechas" y pretende diferenciarse de su adversario político con un discurso muy tímido en este sentido.
Por eso, todavía hoy, hay mucha gente en todo el espectro político que cree que sentirse español es de derechas, o que los españoles somos por naturaleza conservadores.
Sin embargo, creo que esto es falso. Creo que es perfectamente posible sentirse español y de izquierdas (la evidencia empírica así lo demuestra). Es más, creo que la españolidad y el progresismo no son sólo compatibles, creo que son parientes: al examinar la Historia de nuestro país, creo que podemos encontrar abundantes ejemplos. ¿Acaso no fuimos el tercer país del mundo en dotarse de una constitución escrita? ¿acaso no abolimos la pena de muerte e implantamos el voto femenino antes que muchos vecinos (p.ej. Francia)? ¿acaso no fuimos el primer país del mundo en legalizar el matrimonio homosexual con exactamente los mismos derechos y deberes que el heterosexual? ¿de las IX Legislaturas constituidas que llevamos, cuántas ha gobernado la izquierda y cuántas la derecha?
No pongo en duda la interpretación conservadora de la españolidad; creo que es evidente que también hay elementos conservadores en la identidad española. Pero también creo que en esa identidad los elementos progresistas no sólo están presentes, sino que son abundantes. Por eso creo que es tan posible como necesaria una interpretación progresista de la españolidad.
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2 comentarios:
Me quito el sombrero. Que hay analistas políticos y sociales que ni se acercan a donde tu llegas.
Gol (de chilena) por la escuadra.
Me ha encantado. Del principio a la mitad he tenido la boca abierta, y luego me he acostumbrado a la excelencia...jjj.
La verdad es que me ha sorprendido hasta el punto de que me ha resuelto un conflicto interno bastante antiguo.
Me gusta mucho leerte.
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